Blanca en la noche

Pálida es tu piel ataviada en radiante duelo,
Que ilumina el oscuro rostro del océano,
con tu altiva figura esbelta yo caigo, enfermo,
porque en tus distantes brazos aún no duermo.

Gélidos tus amores muestras descarada
a eternos amantes que atesoras con fervor:
necios poetas soberbios y marineros sin honor.
Mientras a mí solo me revelas media cara
Para que siga combatiendo por tu amor.

Te llamaría madre, si de tu vientre saliera,
te llamaría hija, si de mi ser, tú nacieras,
o quizás hermana, si tu sangre compartiera,
mas mi amada, es todo cuánto anhelo que tú seas.

Deja de ocultarte en el hechizo de la noche.
Deja que te adore como los sabios de antaño.
Acércate, déjame que te bese y te toque,
toma la dócil pasión que siembran mis manos
y no temas a los caprichos de nuestro roce,
no duelen ni hieren, aunque sean llamaradas,
pues, son solo fieles confidentes de nuestras almas enamoradas.














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